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La Senda Antigua

Es muy fácil apartarnos del camino del Señor; nosotros, los seres humanos, somos fácilmente distraídos y engañados. No crea usted que solo los niños se distraen y son engañados con facilidad, también los adultos somos distraídos y engañados por el enemigo con gran facilidad.

Jeremías 6, verso16 nos dice: "Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos."

Lo que sucedió en los días del profeta Jeremías ya venía sucediendo aún antes de su tiempo, increíblemente sigue ocurriendo en nuestros tiempos. El hecho es que la rebeldía en el corazón humano continúa tan viva hoy como en la antigüedad.

La razón es simple, es lo que las escrituras llaman el corazón humano. Jeremías, capítulo 17, versos del 9 al 11 lo explican:

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.”

Este pasaje de Jeremías nos habla sobre la naturaleza del corazón humano, destacando que es engañoso y perverso. Ahora, ¿por qué el ser humano sigue siendo engañado por su propio corazón? Esta pregunta tiene varias respuestas posibles desde una perspectiva espiritual y psicológica.

Desde una perspectiva espiritual:

Según la interpretación espiritual, este pasaje se refiere a la tendencia humana al pecado y a la capacidad del corazón humano para engañarse a sí mismo acerca de su propia justicia. En este sentido, se podría decir que el ser humano sigue siendo engañado por su propio corazón debido a su inclinación al pecado y a alejarse de la voluntad de Dios. 

Desde una perspectiva psicológica:

Desde una perspectiva psicológica, la idea de que el corazón humano es engañoso puede relacionarse con fenómenos como el autoengaño y la falta de autoconciencia. Las personas a menudo tienen sesgos cognitivos y emocionales que pueden llevarlas a interpretar la realidad de manera subjetiva y distorsionada. Esto puede ser el resultado de defensas psicológicas, miedos, deseos, o simplemente una falta de introspección honesta.

Dicho de otra manera, el texto  que encontramos en Jeremías 17 versos 9 al 11 es en realidad una observación divina en cuanto a la verdadera naturaleza humana, pero también puede entenderse como una reflexión sobre la tendencia de las personas a engañarse a ellas mismas debido a sesgos y limitaciones psicológicas. En ambos casos, se enfatiza la importancia de la autorreflexión, la humildad y la búsqueda de la verdad y la justicia.

Génesis 6, versos 11 al 13, nos relata cómo la tierra se corrompió delante de Dios, y Él vio la maldad que prevalecía en la tierra. Dios decidió destruir a toda la humanidad, excepto a Noé y su familia, a través del diluvio. También en la segunda epístola de Pedro, capítulo 2, verso 15, se nos indica que algunos se apartaron del camino recto, siguiendo el camino de Balaam, amando las ganancias deshonestas.

Lucas 17, versos del 26 al 28, compara los tiempos de Noé y Lot con los tiempos del Hijo del Hombre, señalando que la gente vivía sus vidas cotidianas sin prestar atención a Dios. Dios nos llama a detenernos y mirar lo que sucede a nuestro alrededor, al igual que nos detenemos y miramos cuando estamos perdidos en algún lugar, preguntamos y buscamos la dirección o cuando estamos en un barco y perdemos de vista la costa. 

Dios quiere que volvamos a la Senda Antigua, al camino que existía antes del pecado, y busquemos una comunión genuina con Él, una comunión basada en humildad y sinceridad y no en hipocresías ni en la carnalidad humana. 

La comunión que Dios anhela es la que se basa en la verdad y el conocimiento de Su Palabra, una comunión que nos llene tanto que de nuestro interior fluye un río de agua viva que brota a la vida eterna. 

Génesis 5, versos del 22 al 24, nos cuenta sobre Enoc, quien caminó con Dios y fue llevado por Él. Hebreos 11, verso 5, nos dice que Enoc fue traspuesto sin experimentar la muerte, lo cual agradó a Dios. Este es el tipo de caminar que Dios desea de nosotros.

San Juan 14, versos del 4 al 7, nos enseña que Jesús es el camino, la verdad y la vida, y que nadie viene al Padre sino a través de Él. Debemos seguir el camino que Cristo trazó, ya que somos seguidores de Dios y discípulos de Cristo.

Entonces, ¿cómo debemos andar? Debemos andar en santidad, como nos enseña Tito 2 versos 1 al 8, viviendo vidas ordenadas y prudentes, enseñando a otros a hacer lo mismo. También debemos andar en el camino de la lectura y predicación de las Escrituras, como vemos en Nehemías capítulo 8, verso 8. 

Evitemos caer en la trampa de predicar ese mal llamado “evangelio de la prosperidad” y dogmas inventados por hombres sin conciencia, avaros, nubes sin agua, llevadas por doquier, destinadas a su propia destrucción; en lugar de eso, confrontemos la iniquidad y las enseñanzas falsas desde la misma palabra de Dios.

Mateo capítulo 5, versos del 21 al 22, nos recuerda que no solo debemos evitar cometer actos pecaminosos, sino también controlar nuestras palabras y pensamientos. Debemos imitar a Dios y no desviarnos de Sus caminos, como vemos en 1 Samuel capítulo 8 versos 3 al 5.

¿Cómo más debemos andar? Como se enseña en la Segunda Epístola a Timoteo, capítulo 2, versos del 4 al 6: debemos ser soldados que no se enredan en los asuntos mundanos, sino que buscan agradar al Señor. Debemos trabajar diligentemente en las obras que Dios nos ha encomendado.

También debemos andar con cortesía, reverencia y sabiduría, como nos enseña la Epìstola de Santiago, capítulo 3 verso 17 y Primera Carta a Timoteo, capítulo 5, verso 22: debemos someternos a las autoridades y mantener una actitud humilde, como se menciona en la Epìstola de Tito, capítulo 3, versos del 1 al 4.

Finalmente, recordemos que no debemos cansarnos de hacer el bien, como se enfatiza en Segunda Epístola a los Tesalonicenses, capítulo 3, versos 1 al 15: si alguien se aparta del camino, debemos corregirlo con amor y no considerarlo como un enemigo.

En resumen, debemos caminar en la senda antigua, siguiendo el ejemplo de Enoc, de los Profetas y de los Apóstoles y, sobre todo, siguiendo a Jesús como nuestro camino y ejemplo supremo. 

Vivamos vidas santas, comprometidas con la lectura, práctica de vida y predicación de las Escrituras; mantengámonos firmes en nuestra fe. 

¡Que Dios nos bendiga!

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